lunes, 8 de julio de 2013

El sinvergüenza de Ángela Becerra que me enamoró.

Desde hace algún tiempo me vengo dando cuenta de que, al hablar de escritoras colombianas, el público apenas se acuerda de unas pocas, y Ángela Becerra no suele figurar entre ellas. A pesar de haber escrito ya un puñado de novelas antes de Ella, que todo lo tuvo,  libro con el que prácticamente empezó a verse su nombre a la entrada y en las vitrinas de las librerías concurridas de la ciudad, es sólo ahora cuando empiezo a encontrar gente que, como yo, admira a esta caleña y siente una adoración profunda por sus creaciones.

Le seguí la pista porque antes del libro que vengo a reseñar leí De los amores negados y Ella, que todo lo tuvo, pero por cuestiones del cosmos no pude comprar Memorias de un sinvergüenza de siete suelas el día del lanzamiento, así que lo dejé pasar. Curiosa, muy curiosamente, visité la misma librería que Evadne menciona en su última reseña, y encontré a Ángela Becerra empacada y con una portada amarilla que me sedujo. Lo compré.

Reseña: 


Sevilla se paraliza cuando Francisco Valiente, un Casanova del siglo XXI, muere de forma extraña. Su funeral reúne a quienes lo odiaron y amaron, que desfilarán ante su cuerpo para pedirle cuentas o rendirle honores mientras él, su mujer y su eterna amante desgranan los detalles de sus vidas.
Una inmensa historia de amor en un triángulo donde los sueños, la pasión, el odio y el erotismo son llevados al límite. El adulterio y la frustración, los engaños y las dobles vidas, los egos y los miedos, el triunfo y el fracaso, narrados con franqueza, ironía y un desbordante sentido del humor.
Con su magistral lenguaje, calificado como «idealismo mágico», Ángela Becerra reúne de nuevo el misterio y la magia de la mejor literatura latinoamericana.

Si me preguntan a mí tengo que decir que lo AMÉ. Así, subrayado y con mayúscula sostenida. Durante los primeros cinco capítulos no me gustó para nada: no entendía por qué el narrador cambiaba con tanta frecuencia, ni a qué venía tanta adjetivación y parafernalia… hasta el capítulo sexto. Entonces devoré la novela como si de la fruta más dulce se tratase, no pude parar hasta terminarlo, leía incluso en los buses y llegué a llorar en uno camino a mi casa, porque si algo tiene Becerra es que te hace soltar carcajadas estridentes o replantearte la dirección de tu vida. Al principio puede parecer algo grotesco porque emplea palabras bastante comunes, pero el lector puede darse cuenta, con el pasar de las páginas, de que son esos detalles los que hacen tan provechosa y ligera la lectura. Me gustó muchísimo y, sobre todo, me encanta de Ángela el hecho de que cada libro es un mundo diferente que huele diferente. Memorias de un sinvergüenza me olió a decepción, reflexión, seducción, jugarretas y suciedad, además del erotismo, el amor y la pureza que tanto enamoran.
Hay dos personajes muy fuertes, que son las otras dos narradoras aparte de Francisco: Alma y Morgana. Alma es su eterna enamorada, la mujer medio sumisa y dedicada a la familia pero muy, muy consciente de lo que hace y, sobre todo, de su amor por Francisco, y Morgana, su mujer, la mujer sexy y sagaz de la que, sin embargo, Francisco jamás logrará enamorarse. Es una suerte de triángulo amoroso bastante peculiar con unos personajes aún más extraños… aunque no sé si me equivoque y, en vez de calificarlos como ‘extraños’, deba decir que son simplemente humanos.

Algo que me enloqueció de Francisco es que estuvo con muchas mujeres, pero jamás besó a ninguna... esperando a entregarle sus labios a la única, a Alma.




Título:            Memorias de un sinvergüenza de siete suelas.
Autor:             Ángela Becerra.      
Editorial:       Planeta, Colección de Autores Españoles e Iberoamericanos.
Año:                2013.
Páginas:         459.
Edad recomendada:             15/16 años en adelante (por su contenido erótico explícito).
Calificación:  ¡¡¡CINCO!!! ¡¡¡DIEZ!!! ¡¡¡MIL!!! 

Hagan clic aquí para ir a los primeros cuatro capítulos del libro. Y, bueno, sobra decir que esta novela es de esas que no vale la pena tener en digital, ¡cómprenla! No hay nada tan rico como pasar las páginas de una obra de arte semejante.

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